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Preparados para la Segunda Venida

En el presente domingo, nuestro hermano Carlos nos habló acerca de Mateo 24:42-51. En estos momentos, Jesús se encontraba dando un discurso a sus discípulos, en el monte de los Olivos.

No sabemos cuándo vendrá Jesús, pues de ello únicamente es conocedor el Padre, ni aun los ángeles lo saben. Esto está hecho así a propósito. No obstante, sí que hay señales. Se dice, «será como en los días de Noé», cuando el mundo se encontraba tranquilo, y de repente sobrevino el diluvio. La segunda venida de Jesús cogerá por sorpresa a muchas personas. Aunque no sepamos el día, ni la hora, tenemos que velar. Hay ciertos aspectos que no conocemos, pero Jesús les dijo a sus discípulos: «Pero sabed esto». Hemos de estar preparados, pues el Señor vendrá cuando menos lo esperemos. Hay que velar siempre, estar despiertos y preparados. Si el padre de familia supiese a que hora viene el ladrón, solo velaría en ese preciso momento. Por ello, Dios no nos ha hecho conocedores de dicho dato. Esto es así, pues el Señor conoce la naturaleza del hombre.

Surge ahora la pregunta de cómo hemos de prepararnos. Tenemos que ser siervos fieles y prudentes. Somos todos siervos de una misma casa, que es la Iglesia.

  • Prudencia: esta cualidad se ejemplifica en la Parábola de las Diez Vírgenes (Mateo 25:1-13). En la parábola se narra la historia de 10 vírgenes, 5 de ellas prudentes, 5 insensatas. Las prudentes portaban sus lámparas, y además tenían el aceite suficiente para esperar hasta la llegada de sus esposos. En cambio, las vírgenes insensatas carecían del aceite necesario para toda la espera. La persona insensata no prevé, no va más allá. El siervo prudente, por su parte, sí que es previsor. Si las vírgenes prudentes ofrecían de su aceite a las insensatas, también se quedarían ellas sin. El estar preparado, teniendo al Espíritu Santo y su unción, es algo personal de cada uno.
  • Fidelidad: esta cualidad se ejemplifica en la Parábola de los talentos (Mateo 25:14-30). En esta parábola, se nos explica que un señor se marcha de su casa, dejando a sus siervos a cargo de ella. A uno de sus siervos le entrega 5 talentos, a otro 2, y al último únicamente 1. Estos talentos fueron entregados en base a la capacidad de cada uno (cada uno de nosotros tenemos nuestro lugar dentro de la Iglesia, conforme a nuestras competencias). Cuando el señor regresa, le pide cuenta a sus siervos (lo mismo hará Dios con nosotros, nos pedirá cuenta de aquello que Él nos ha dado). El siervo que había recibido 5 talentos, se los entrega, además de otros 5 talentos más. El siervo que había recibido 2 talentos, se los entrega, además de otros 2 talentos más. Ambos fueron buenos siervos, siervos fieles. Sin embargo, el siervo que había recibido 1 talento, había optado por esconderlo, y después se lo entrega al señor. Este fue un mal siervo, un siervo negligente. La fidelidad consiste, por tanto, en usar aquello que Dios nos ha dado. No basta solo con estar presente.

Hemos de dar alimento a los demás, pero a tiempo. Nuestro alimento debe estar siempre disponible. Esto se consigue siendo prudentes y fieles. La obtención del alimento requiere de todo un proceso, en el que hay que estar implicado y pendiente. «Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré». Los siervos malos, cuando ven que su señor tarda en venir, actúan incorrectamente («comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos»). Por ello, serán duramente castigados («y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes»).