PRÉDICA DOMINGO 12 DE OCTUBRE DE 2025.

En Juan 8:31-32, Jesús nos enseña que si permanecemos en su palabra, conoceremos la verdad, y esa verdad nos hará libres. Esa verdad no es una idea, sino una persona: Jesús. Dios tiene un plan para cada uno de nosotros, y la gran pregunta es si realmente queremos formar parte de él. No basta con decir “Señor, Señor”; debemos vivir conforme a su voluntad y no seguir el rumbo que marca el enemigo.

Conocer a Jesús implica pasar tiempo con Él, orar, meditar en su palabra y compartir con su iglesia, porque la voz de la Iglesia es también voz de Dios. No podemos esperar bendición si vivimos lejos de sus caminos; ser cristianos no se trata de palabras, sino de una vida transformada. Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y al aceptar a Jesús en nuestros corazones, llevamos dentro de nosotros una porción de su luz. Cada uno refleja un pedacito de su rostro, y cuando nos unimos como Iglesia, el mundo puede ver más claramente a Cristo a través de nuestras obras y nuestro testimonio.

Dios nos llama a tener una mentalidad de Reino, a ser una Iglesia activa que abre caminos y proclama el evangelio (seamos una punta de lanza). No trabajamos para los hombres, sino para Dios, que guía nuestros pasos. No queremos ser «cristianos de domingo», sino personas que anhelan conocer y obedecer cada día más al Señor, incluso cuando no comprendemos del todo sus planes. Al hacerlo, lo conocemos mejor y descubrimos la libertad que Él nos ofrece.

Cuando dejamos de buscarle o perdemos el entusiasmo por crecer en la fe, el enemigo gana terreno. Pero si alimentamos la luz, la paz y la presencia de Dios en nosotros, la oscuridad retrocede. Por eso, decidimos alimentar lo que viene de la luz y no de la angustia o la incertidumbre. Busquemos primero el Reino de Dios y su justicia, y confiemos en que todo lo demás vendrá por añadidura.

Vivamos con la certeza de que ya estamos en victoria. No propaguemos malas noticias ni desánimo, sino el evangelio de Cristo. Formemos parte de su plan, sirviendo con humildad y corazón de siervos. Dios no nos trata como esclavos, sino como hijos amados. Que su verdad nos haga libres, y que cada día reflejemos más su rostro en medio del mundo.