La enseñanza es que no debemos quedarnos esperando un milagro sin movernos. Dios nos muestra la luz, pero somos nosotros quienes debemos dar el paso. Salir de la cueva implica humildad y reconocer que necesitamos a Cristo. Orar, leer la Palabra, ayunar y mantener una vida activa con Dios son claves para salir del encierro espiritual.
También debemos aprender a valorar las cosas pequeñas que Dios pone en nuestro camino. A veces esperamos grandes señales y no apreciamos los pequeños detalles por los que Él nos habla. No podemos sanar si seguimos en el mismo lugar o con los mismos hábitos que nos llevaron al desánimo. Es necesario cambiar nuestra rutina, dejar atrás las heridas y vivir con un corazón dispuesto a servir.
Dios nos llama a salir de la cueva para volver a brillar, a servirle y a disfrutar del gozo verdadero que viene de Él, no del mundo. Afuera está la luz, la esperanza y el propósito que Dios tiene preparado para quienes deciden levantarse.