LEVÍTICO 16: 1-4.
Las cosas de Dios son cosas serias, merecen respeto. Cabe destacar que antiguamente, toda persona pecadora que no fuera santa moría al entrar en la presencia de Dios (en el tabernáculo).
¿Cómo podemos acercarnos a la presencia de Dios sin “morir”?
- No podemos entrar delante de la presencia De Dios en todo tiempo (el lugar santísimo). Antiguamente el sumo sacerdote solo podía entrar 1 vez al año, el día de la expiación.
La presencia de Dios es la que está en medio de su pueblo, se consciente de la santidad De Dios.
Cristo ya entró en el lugar santísimo, abriéndonos el camino como nuestro precursor. El velo se rompió, es por eso que ahora podemos entrar en todo tiempo a la presencia de Dios. El señor le dijo a Aaron que el pueblo no podía entrar en cualquier momento a la presencia, pero AHORA DIOS NOS DICE QUE PODEMOS ENTRAR EN TODO TIEMPO.
Cristo nos ha dado la libertad de poder entrar en su presencia !!!!
- Al acercarnos a la presencia De Dios tenemos que recordar que somos personas pecadoras.
Somos personas sujetas a pasiones terrenales. No pierdas esa conciencia pues es por medio de ella que reconoceremos que necesitamos el perdón de Dios en nuestras vidas. Solo la sangre de Cristo nos permite entrar en la presencia de Dios.
Por tanto, podemos llegar a dos diferencias respecto a Cristo y el antiguo sistema (observable en el antiguo testamento):
- Cristo es hombre pero sin pecado. Puede ofrecerse a sí mismo, pero no por sus pecados (porque es perfecto) sino por los nuestros.
- Cristo solo tuvo que ofrecerse una vez por nosotros.
Ahora podemos entrar en la presencia de Dios en todo momento, humillándonos y reconociendo que somos personas pecadoras. Y reconociendo que solo mediante la sangre de Cristo podemos entrar en su presencia.
Es igual de importante saber que no podemos entrar de cualquier manera. Antiguamente solo se podía entrar con vestiduras santas fabricadas con telas delicadas (lino). Era igual de importante lavarse con agua.
En esta época, no es del todo literal, sino que podemos traducirlo como una actitud de arrepentimiento y humildad. Tal actitud nos permite entrar en su presencia limpios del pecado (examinando nuestras vidas).
Despójate de tu propia justicia y cíñete a la justicia de Dios. Quítate toda vestidura humana y humíllate delante de él, para ser ungido en su sangre. Solo así, mediante una actitud arrepentida, pura y con temor a Dios (respecto), podremos entrar en su presencia.