Lucas 11: 24-26
Cuando aceptamos a cristo en el corazón la diferencia la marca el espíritu. Si aceptamos a cristo y el espíritu es dueño de nuestra vida, no podemos negarle el control de nuestra vida. No podemos invitar a vivir al Jesús y no permitir que haga nada en nuestras vidas (no podemos impedirle que corrija nuestras vidas). Si no dejamos entrar a Jesús al 100%, experimentaremos unas consecuencias en nuestras vidas.
v. 25 : “limpia, barrida y desocupada”.
¿Por qué puede volver a entrar el enemigo a nuestra vida? ¿Por qué algunos de nosotros, siendo ya cristianos, podemos volver a nuestra antigua vida? ¿Por qué seguimos en nuestros vicios? Esto no es la vida cristiana. Cuando Jesús entra en una vida, la CAMBIA. El problema está cuando Jesús te dice de cambiar cosas de tu vida (o de quitarlas) y tú no lo dejas. De esta manera no estás dejando vivir a Jesús en ti.
Si el enemigo vuelve a tu vida, es porque tú lo has permitido. Es porque no has cerrado las puertas. Y alerta porque la biblia dice (v. 26) que no vendrá solo.
Busca el reino De Dios y su justicia (dar prioridad a las cosas De Dios) y todo lo demás vendrá añadido. Porque llegará la hora en la que Jesús vuelva a por su pueblo, pero vendrá a por los que viven en el evangelio.
Ten temor santo de Dios, él es el único que sabe TODO lo que tenemos en el interior. Las pequeñas zorras destruyen la viña. Así que, si quieres justificar tus deslices (tus vicios o pecados) recuerda que Dios lo sabe todo.
Medita en la biblia, escudríñala, estúdiala y obedécela, solo así descubrirás el poder de Dios y que la biblia está viva.
Gálatas 5:22
¿Dónde está el gozo De la Iglesia? Dios es lo primero, lo demás es secundario.
Confía en la paz que nos da Dios, no omitas sus bendiciones. Dale las gracias a Dios por lo que tienes y no obvies lo bueno (no mires solo lo “malo” de tu hermano, de tus padres o de la Iglesia).
Dale gracias a Dios por vivir en tu vida y permítele hacer todos los cambios necesarios en tu corazón.
Cierra las puertas al pecado, somos personas y no somos perfectas pero no por ello podemos practicar el pecado. El problema está en no arrepentirte, en no pedir perdón y en no reconocer que estas haciendo las cosas mal.
Ahora vivimos con Cristo, no somos esclavos del mundo. Somos “esclavos” de ÉL, y cuando lo entiendas, sabrás que no hay mejor lugar que estar bajo su cobertura.