PRÉDICA 23 DE JULIO 2023
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En el presente domingo, nuestro hermano Carlos nos habló acerca de 1 Timoteo 6:11-12. Pablo se dirige aquí a Timoteo como «hombre de Dios». Esta debe ser nuestra meta, la de ser hombres y mujeres de Dios. No hemos de conformarnos simplemente con ser creyentes y venir a la Iglesia. Hay cuatro mandatos a seguir, para contar con las características propias de todo hombre de Dios. Estos son los siguientes:
- Huir («huye de estas cosas»): el Enemigo pretende atraparnos, de modo que nos destruye y aparta del camino correcto («anda como león rugiente, buscando a quien devorar»). Hemos de apartarnos de toda pretensión de enriquecimiento a través del Evangelio (1 Timoteo 6:6-10). No debemos dejar entrar las tentaciones en nuestro corazón (esto fue lo que le pasó a Judas). No se puede servir a Dios y a las riquezas.
- Seguir («sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre»): hemos de buscar todas estas cualidades, para parecernos así más a Jesús (Colosenses 3:1-4).
- LA JUSTICIA: en Mateo 6:31 se nos dice, «buscad primeramente el reino de Dios y su justicia». Hemos de ser personas justas, no dejándonos llevar por la parcialidad. Si somos justos, el Señor se encargará de suplir nuestras necesidades.
- LA PIEDAD: una persona piadosa es aquella que es religiosa, en el buen sentido del término, esto es, alguien que pretende agradar a Dios y cumplir sus mandamientos. Es también una persona con temor de Dios.
- LA PACIENCIA: hemos de ser portadores de paciencia, en medio de un mundo que lleva un ritmo muy acelerado.
- LA MANSEDUMBRE: Jesús dijo, «Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas».
- Pelear («pelea la buena batalla de la fe»): hemos de pelear frente a las falsas doctrinas y enseñanzas. Hemos de mantener la santa doctrina. En 2 Timoteo 4: 1-4, más concretamente en el versículo 2, se nos dice: «que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina».
- Echar mano («echa mano de la vida eterna»): la pelea que tenemos que enfrentar diariamente es muy grande, soportando una gran presión, la cual va en aumento cada día. Por ello, nos tenemos que aferrar con todas nuestras fuerzas a la vida eterna, para así no desmayar. Nuestros ojos tienen que estar puestos en la meta, esto es, alcanzar la vida eterna, permaneciendo firmes en el Señor.