PRÉDICA DOMINGO 12 DE DICIEMBRE

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El presente domingo nuestro hermano Carlos nos habló acerca de Efesios 4:1-6. Partió de un cómico ejemplo, a través del cual nos explicó cómo una iglesia se dividió a causa de una disputa por una pata de pollo.

Esta anécdota no es más que un reflejo de las continuas fragmentaciones en las iglesias. En el pasaje de Efesios se nos señalan dos aspectos fundamentales: en primer lugar, la correcta actitud personal de cada uno; y en segundo lugar un recordatorio de aquello que nos une con el resto de los miembros de nuestra congregación. Todo esto nos ofrece la precisa visión de lo que realmente es la iglesia.

Pablo está haciendo un ruego a la iglesia de Éfeso, así como Dios lo realiza para con nosotros. Se nos pide un comportamiento acorde con el llamamiento recibido, una actitud digna de un hijo de Dios. Se trata de vivir en consonancia con nuestra vocación, tanto dentro (de vital importancia) como fuera de la iglesia (dando ejemplo al mundo exterior).

  1. LA ACTITUD CORRECTA

Hemos de ser humildes y mansos. Estas dos cualidades son elementos presentes en el carácter de Cristo. El ejemplo de su vida ha de ser nuestra meta. En Mateo 11:29, Jesús nos exhorta a aprender de él, manso y humilde de corazón, de forma que nuestras almas podrán descansar. De igual forma, en Filipenses 2:3-4, se nos alienta a actuar humildemente, poniendo nuestra mirada en el prójimo, quien ha de ser considerado como superior a uno mismo. En el ejemplo de la pata de pollo esto vendría a significar cederla a tu hermano en Cristo.

Hemos de soportarnos con paciencia, en amor. Sobrellevarnos es la parte más difícil, así como la más importante, en toda convivencia humana. El roce la complica. Reunirnos y congregarnos es primordial para ejercitar dicha cuestión. La solución nunca será la división. En 1º Corintios 13:4-7, se exponen las cualidades del amor. Este todo lo soporta. Si tenemos el amor de Dios en nosotros, lograremos soportarnos los unos a los otros.

Hemos de estar solícitos en guardar la unidad del espíritu. Esto significa tener afán por servir y ayudar. Se trata de buscar, de ofrecerse, de ser esforzados y trabajar. Recibiremos ataques que intentarán romper y destruir la unidad, esa unidad que nos proporciona el Espíritu Santo. En 2º Corintios 13:14, se menciona la comunión del espíritu, aquella que nos mantiene unificados. Nuestra mejor arma es el vínculo de la paz. Traer paz y no guerra, a la casa de Dios. En la Biblia vemos ejemplos de pueblos, cuya vida se basa en la colonización entre ellos. Los poderosos siempre optan por la guerra, mientras que los débiles son conscientes de que su mejor opción en enviar una embajada de paz. No venimos a la iglesia a conquistarnos y someternos entre nosotros.

Todo esto es lo que Dios espera de cada uno de los miembros de su pueblo.

  1. LO QUE NOS UNE

Es importante tener presente aquello que nos une con el resto. Esto ha de ser la base de todas nuestras relaciones. Cada uno con su llamado, pero tiene que existir una unidad en medio de la diversidad. En Efesios 4:4-6, se repite el determinante un/una. Se nos señala pues que todo lo mencionado es indivisible. De esta forma tenemos:

  • UN cuerpo: unidad e interdependencia entre nosotros, así como la existente entre los miembros del cuerpo físico
  • UN espíritu: a pesar de ser invisible, nos mantiene unidos y nos encamina en una misma dirección, la de Dios. El espíritu se enfrenta a la carne
  • UNA esperanza: en el cielo todos estaremos juntos, unánimes, alabando a Dios, sin ningún tipo de distinción
  • UN señor: todos servimos a una misma autoridad, a Dios. Por tanto, nosotros somos sus siervos
  • UNA fe: una misma sana doctrina. Contra el Enemigo y el mundo hemos de “combatir unánimes por la fe del evangelio” (Filipenses 1:27)
  • UN bautismo: nuestro viejo hombre ha muerto y ha nacido el nuevo. Ya nos hemos tenido que desarraigar de nuestras antiguas actitudes
  • UN Dios y Padre de todos: formamos parte de una misma familia. Somos hermanos, pertenecientes a un semejante pueblo y a una semejante nación. Dios está “sobre todos”, de manera que se halla por encima (temor de Dios), teniendo nosotros que estar postrados a sus pies. Dios está “por todos”, sin excepción alguna. Dios está “en todos”, nos valora a todos por igual. Así hemos de hacer nosotros

Si viésemos los conflictos con los ojos de Dios, la mayoría no tendría relevancia alguna. Teniendo la correcta actitud y visión, actuaremos de muy distinta forma en medio de las disputas. ATÉMONOS A DIOS, A SU PUEBLO Y A SU IGLESIA.


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